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PALESTINA: EL ABISMO ENTRE EL VER Y EL SENTIR

  • Foto del escritor: HC
    HC
  • hace 3 días
  • 5 Min. de lectura

En un mundo donde el genocidio palestino se transmite en tiempo real, nos enfrentamos a una paradoja desgarradora: mientras algunas personas experimentan ese dolor ajeno como una herida propia, otras apenas alzan la mirada. ¿Qué es lo que divide a quienes sienten el peso del sufrimiento colectivo de quienes permanecen impasibles? Este artículo no solo busca responder esa pregunta, sino también iluminar las grietas de nuestra humanidad. 


Disciplinas como la neurociencia, la psicología social y los mecanismos culturales han determinado que la división entre un grupo y otro involucra valores universales, factores sociales, educativos, sesgos tribales, conflictos neuronales y diferencias físicas cerebrales.


Este trabajo no es solo un análisis científico, sino un espejo, porque en esa brecha entre el “nunca más” y el “esto no es asunto mío”, se juega algo más que la simple desconexión del genocidio palestino: la posibilidad misma de construir una ética global. Aquí se comienza un viaje a las profundidades de lo que nos hace humanos... cuando decidimos serlo.


Anatomía de la Indiferencia y los Límites de la Empatía con el Pueblo Palestino - Neurociencia de la Desconexión


El filósofo Theodor Adorno escribió que “el requisito primordial para que el mal florezca es que las personas buenas no sientan nada”, resumiendo en esta observación una verdad incómoda: la indiferencia hacia el genocidio del pueblo palestino no es solo la ausencia de empatía, sino un mecanismo psicológico activo y casi una forma de autopreservación.


Cuando vemos sufrimiento ajeno nuestro cerebro activa dos sistemas en competencia: la red de empatía (ínsula anterior y corteza cingulada) que nos hace sentir el dolor del otro, y la red de valoración (corteza prefrontal) que calcula el costo de involucrarnos (Decety & Cowell, 2014).


Este conflicto neuronal explica por qué ante la crisis humanitaria en Palestina un grupo opta por desconectar, en tanto otro es incluso capaz de sentir el dolor físicamente.


“En tanto el cerebro de algunas personas trata el sufrimiento lejano como un ruido de fondo, el de otros se activa en la corteza premotora permitiéndoles no solo entender el dolor ajeno, sino experimentarlo”, explica el neurocientífico Marco lacoboni.


“Este grupo de personas pueden experimentar respuestas somatosensoriales al ver el sufrimiento en pantalla como si les ocurriera a ellas mismas”, detalla.


El estudio Marsh et al., 2014 identificó por su parte un posible origen biológico del comportamiento prosocial al detectar mayor densidad de materia gris en la unión temporoparietal, zona vinculada a la toma de perspectiva y componente clave de la empatía.


The Moral Molecule, otra obra revolucionaria basada en décadas de investigación interdisciplinaria que combina neurociencia, economía experimental y psicología social, descubrió niveles elevados de oxitocina, la hormona que promueve la confianza en extraños (Zak).


Psicología del Desarrollo: ¿Cómo se Forma la Empatía Transcultural?


Filósofos como Peter Singer señalan que la exposición a la diversidad y el contacto frecuente con culturas distintas (The Allport's Contact Hypothesis), reduce prejuicios y amplía el círculo de empatía.


Factores sociológicos y cognitivos también son determinantes. En la teoría de Arthur Aron (The Self-Expansion Model), el dolor al otro lado del mundo no es “de otros”, sino parte de su propia narrativa y existencia.


Koltko-Rivera, connotado psicólogo multipremiado en este campo, abunda en que personas con cosmovisiones altruistas priorizan el bienestar global sobre su interés personal, hecho que respalda la politóloga especializada en psicología política y ética, Kristen Monroe, añadiendo patrones como el autoconcepto (vinculación a toda la humanidad) y razonamiento moral (principios universales, no cálculos de costo/beneficio).


Psicología de la Pasividad Internacional ante el Genocidio Palestino


- El “efecto de la víctima invisible” en escala global


Los estudios de Paul Slovic sobre Psychic Numbing explican por qué 45,000 palestinos asesinados oficialmente (70% mujeres y niños, según la ONU) y más de 200,000 extraoficialmente, no generan la misma respuesta que la muerte de un solo occidental.


Nuestro cerebro evolucionó para responder a amenazas inmediatas y concretas, no a tragedias masivas y complejas. Cuando las cifras superan cierto umbral —aproximadamente 100 víctimas— nuestra compasión se disuelve en estadísticas (If I Look at the Mass I Will Never Act, Slovic 2007). Gaza superó ese umbral hace 18 meses, y el mundo se encogió de hombros.


- Deshumanización sistemática del pueblo palestino


Los palestinos llevan décadas siendo retratados como “terroristas” o “daños colaterales”, no como seres humanos con nombres e historias. La psicología social demuestra que este framing activa lo que Albert Bandura llamó desconexión moral: mecanismos cognitivos que permiten suspender (al menos en un sector) la empatía (Bandura, Moral Disengagement, 1999).


Los discursos de líderes occidentales con respecto al genocidio palestino que equiparan resistencia con terrorismo —omitiendo 75 años de ocupación— son un manual de este proceso.


- Tribalismo geopolítico


La teoría de la identidad social (Tajfel & Turner, 1979) muestra que los humanos priorizamos lealtad a nuestro grupo sobre la justicia universal, y aunque habla en términos geopolíticos (para Occidente, Israel es parte de su “tribu” imaginaria en Medio Oriente), también aplica en espectros nacionales, estatales y locales. No hay falta de información sobre el genocidio palestino, hay un sesgo tribal o de afinidad profundamente arraigado.


¿Por qué esto no es aleatorio? El modelo bio-psico-social


Basados en estos estudios, investigaciones y análisis, los expertos coinciden en que la empatía radical hacia el genocidio palestino no es aleatoria, sino que surge por la interacción de los siguientes factores:


1. Cerebrales: Ínsula/ACC hiperactivas. 

2. Genéticos: Variantes en OXTR/MAOA. 

3. Culturales: Narrativas que expanden el “nosotros”. 

4. Entorno: Socialización en diversidad + educación crítica.


Lo anterior puede responder la interrogante que para el grupo empático supone contemplar la pasividad del sector opuesto respecto al genocidio palestino que, a diferencia de otros, se transmite todos los días en directo por las redes sociales.


Conclusión científica


Quienes sienten el dolor del genocidio palestino como propio no son “más sensibles”, sino que tienen: 


- Cerebros literalmente cableados para una empatía sin fronteras (neuroplasticidad + genética).


- Estructuras mentales construidas mediante educación, trauma histórico o cosmovisiones inclusivas.


- Entornos que premiaron la conexión emocional en lugar de la desensibilización.


Estos ejemplos revelan que la indiferencia hacia el genocidio palestino por parte de un grupo no es inevitable, sino el resultado de estructuras cognitivas maleables que pueden ser desafiadas mediante pedagogía, narrativas efectivas y, sobre todo, reconociendo que la empatía no es un lujo, sino el cimiento de una ética global.


La paradoja de la empatía radical es que para este grupo esa misma empatía puede llevar al burnout activista por hiperactivación emocional, lo que explica por qué muchos se retraen, pero esa es otra historia.


La Insensibilidad ante Gaza: Una Condena Moral


La indiferencia ante el genocidio palestino no es solo pasividad, sino complicidad activa. La psicología explica muy bien esta inhumanidad: deshumanización mediática (convertir palestinos en “daños colaterales”), sesgo tribal (priorizar lealtades ideológicas sobre la vida) y entumecimiento psíquico (incapacidad de procesar tanto dolor).


Pero la ciencia no absuelve: quienes ignoran Gaza eligen no ver, ocultándose tras excusas geopolíticas o fatiga informativa. Mientras niños palestinos mueren despedazados, estos espectadores pasivos comparten memes y lavan sus conciencias con falsa neutralidad.


El pueblo palestino está siendo exterminado, pero también está escribiendo —con su sangre— la crónica de una vergüenza colectiva. Cada bomba que cae sobre Jabalia o Rafah no solo mata palestinos: mata la ilusión de un mundo “civilizado” para sus hijos.


Sin embargo, en las grietas de este sistema podrido, crece algo imparable: una sector que rechaza las mentiras de sus gobernantes y que ve en Palestina el espejo de todas las luchas contra el colonialismo. Como escribió el poeta Mahmoud Darwish: “En Gaza, la vida no es vida. Pero es todo lo que tenemos, y por eso la defenderemos”.


La pregunta ahora no es si Gaza sobrevivirá, sino si nosotros, como especie, sobreviviremos a nuestra propia inhumanidad. El momento para la neutralidad terminó hace tiempo: o nos ponemos del lado de la vida, o seremos cómplices de su exterminio.


Gaza nos juzgará.


(César Escudero).

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